La fe en España

España es un país de fuerte tradición cristiana. Sin embargo, esa tradición no se traduce en un gran seguimiento de la fe cristiana de forma práctica en nuestros días.

Aunque aproximadamente dos tercios de los habitantes del país afirman ser cristianos de la rama católica, apenas una pequeña parte acude habitualmente a las misas. La mayoría, si es que participa de algo, solo acude a procesiones, bodas, bautizos y comuniones, que se han convertido más bien, para muchos, en acontecimientos de valor cultural más que espiritual.

La consecuencia de este proceso de transformación del cristianismo en un elemento de identidad cultural más que de relación auténtica con Dios resultó en el alejamiento de muchas personas del cristianismo, sea por rechazo a los abusos o sencillamente por desinterés y escepticismo.

Alrededor de una de cada cuatro personas en España se identifica como atea o agnóstica. Entre los jóvenes esa proporción es aun más grande, y se hace más elevada en cuanto a secularización contando los que creen en Dios y en lo espiritual pero sin vincularse con el cristianismo.

Apenas un pequeño porcentaje de la población sigue otras religiones aparte del catolicismo. Entre ellas está el cristianismo protestante, que es la vertiente más activa y comprometida con la fe bíblica. Ahí estamos los presbiterianos, formando parte de ese 1% aproximado del total de habitantes.

Es decir, somos en torno a medio millón de evangélicos en España, distribuidos en alrededor de 4 mil iglesias locales, concentradas principalmente en localidades de mayor población. Se cree que hay 10 millones de evangélicos en pueblos sin iglesia evangélica. Si hablamos de barrios, ese número podría crecer todavía más.

Pero más allá de todas estas estadísticas, lo más importante que hay que tener en cuenta es la implicación de este panorama en la vida de las personas. La fe es algo vivo, algo que tiene efectos reales en las personas que la ponen en práctica.

Si una persona se dice cristiana pero solo vive su fe de forma cultural, su fe es vana. Si lo hace a partir de ritos que no están en la Biblia, también lo es. Si aun siendo evangélica su fe también tiene esas características, está equivocada. Y si directamente desecha la fe por considerar que está reñida con la razón o corrompida por instituciones y personas, también está perdiendo algo.

La fe auténtica es tener esperanza en las promesas de Dios, que es amor y trae paz a los corazones de aquellos que se convencen de que existe y reconocen el sacrificio que hizo por reconciliarse con la humanidad: entregar a Jesucristo, su hijo, él mismo hecho hombre, para pagar la deuda que adquirimos por rebelarnos.

La fe en España no está en las altas torres de catedrales, ni en la música de las celebraciones de domingo, y ni aún en las corrientes alternativas de espiritualidad. La fe viene de Dios, y en España hay muchas personas que la viven de verdad y, sin duda, experimentan algo diferente. ¿Eres una de esas personas? ¿Quieres experimentarlo tú también?


Mateus Rodrigues de Mendonça

 

* Las opiniones de los autores son a título personal y no representan necesariamente la posición de la Iglesia Evangélica Presbiteriana de España.