El tamaño de Dios

Es posible que hayas visto en iglesias y catedrales esas vidrieras, cuadros, murales o esculturas que representan a Dios. Suelen mostrarlo como un anciano con barba blanca y una túnica del mismo color. Una imagen que se trasladó al mundo audiovisual, presentando al Creador de esa manera y atribuyéndole además una voz grave que reverbera de manera impactante.

Cuando pensamos en Dios quizás se nos viene a la mente ese estereotipo de las pinturas y películas, pero en realidad es imposible imaginarlo. Y es que Dios es inmensurable. Haciendo uso de una fórmula matemática, podríamos decir que el tamaño de Dios es igual a infinito. No tiene comienzo ni final. Y si intentamos entenderlo del todo, encontraremos una tarea más que imposible.

En el capítulo 43 del libro de Isaías, en la Biblia, hay una pregunta retórica: “¿Quién puede medir el alcance del espíritu del Señor, o quién puede servirle de consejero?” (versículo 13, versión NVI-CST). En todos sus aspectos Dios es incomparable. Nadie le supera. Nadie le antecede ni le sucede.

¡Qué asombroso es Dios! Y para mayor asombro el saber que Dios nos ama a nosotros, a pesar de ser tan insignificantes en comparación a él. A pesar de ser tan incoherentes, tan limitados, tan cortos de miras, él nos ama con un amor indescriptible y nos recibe con brazos abiertos. Y a pesar de ser tan grande, quiere hacer morada dentro de nosotros.

A pesar de ser tan inmenso, él está muy cerca, y te llama para que te reconcilies con Él. ¡Cree en Él!