Nuevo Testamento: ¿relato histórico o cuento de hadas?

En el siglo XIX los críticos libelares alemanes de la escuela de Tubingen empezaron a propagar que el Nuevo Testamento no es un documento histórico fiable y que tampoco fue escrito en el siglo I. Sometieron el Nuevo Testamento a un análisis bajo los auspicios de la Ilustración y con sus nuevas afirmaciones pretendían desacreditar el documento más importante de la fe cristiana, teniéndolo como no-histórico.

Según ellos, mucho de lo que hay en el Nuevo Testamento fue añadido por la Iglesia Primitiva (siglos I a IV). Muchos actualmente repiten acríticamente estas teorías, sea por desconocimiento del griego koiné usado para escribir el Nuevo Testamento, sea por pensar que está de moda tal argumento, evidenciando así un profunda ignorancia del estudio serio y criterioso del Nuevo Testamento, especialmente frente a los recientes hallazgos arqueológicos.

El Antiguo Testamento registra los preparativos para la venida del Mesías, el Redentor. El Nuevo Testamento, empezando con los Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), registra Su venida (encarnación, ministerio, muerte y resurrección). Hechos de los Apóstoles registra la propagación del Evangelio hacia todo el mundo del siglo I. Las Cartas explican el Evangelio y sus implicaciones en la vida de los creyentes. Apocalipsis describe la segunda y definitiva venida de Jesús, la consumación de su victoria sobre toda oposición y el establecimiento eternal de su reino.

El Nuevo Testamento fue escrito por testigos oculares o por aquellos que registraron sus palabras. El arqueólogo William F. Albright dijo: “en mi opinión, cada libro del Nuevo Testamento fue escrito por un judío convertido a la fe cristiana y bautizado entre los años 40 y 80 del primer siglo”. La descubierta de los Manuscritos del Mar Muerto añadió aún más credibilidad a esa afirmación, destruyendo la teoría liberal de que el Nuevo Testamento no es un documento histórico fiable. Los hallazgos arqueológicos confirman con profunda exactitud las citaciones bíblicas de los sitios, sucesos y personas. El famoso arqueólogo judío Nelson Glueck dijo que “ningún hallazgo arqueológico nunca jamás contradijo una única referencia bíblica”. Las fechas, sucesos y personas descritas en el Nuevo Testamento son totalmente históricas.

Son 27 libros cuya autenticidad e historicidad supera en muchos otros clásicos de la literatura mundial. Existen más de 5 mil manuscritos griegos del Nuevo Testamento. Es con ventaja el documento antiguo más confirmado. La Ilíada, de Homero, dispone de solo 457 papiros. La Historia de Roma, de Volleius Paterculus, tenía solo un único manuscrito que se perdió en el siglo XVII. La obra Annales, del historiador romano Tácito, cuenta con un solo manuscrito del siglo XIX.

Los Padres de la Iglesia (líderes de la Iglesia cristiana que vivieron entre los siglos I y VI) dan abundante testimonio de la antigüedad del Nuevo Testamento en sus citaciones. Con las citaciones de Orígenes (254 d.C.) se puede reconstituir todo el Nuevo Testamento sin hacer uso de los manuscritos. Sin hablar de las traducciones antiguas como la Latina, cuya traducción empezó en el 150 d.C., y hay más de 1000 manuscritos de ese latín antiguo.

Las evidencias arqueológicas e históricas referente a sitios y nombres mencionados en el Nuevo Testamento confirman su confiabilidad histórica. No hay discrepancias ni contradicciones. Los escritores tuvieron mucho cuidado con las citaciones y buscaron ser profundamente exactos y sinceros, especialmente el historiador y médico Lucas: “Muchos han intentado hacer un relato de las cosas que se han cumplido entre nosotros, tal y como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos presenciales y servidores de la Palabra. Por lo tanto, yo también, excelentísimo Teófilo, habiendo investigado todo esto con esmero desde su origen, he decidido escribírtelo ordenadamente, para que llegues a tener plena seguridad de lo que te enseñaron” (Evangelio de Lucas 1:1-4).

El Nuevo Testamento siempre estuvo bajo la implacable y pesada artillería de los que intentan a toda costa destruir su credibilidad. El mensaje neotestamentario es inaceptable para los posmodernos adoradores del dios Ciencia y de la madre naturaleza. El intelecto humano en su nefasto intento de alejarse de Dios y de vivir sin Él siempre buscó menospreciar el Nuevo Testamento, aun sabiendo que él ha sido, junto con el Antiguo Testamento, moldeador de la civilización occidental y creador de la libertad sociopolítica de los países desarrollados (especialmente con el aporte de la Reforma Protestante).

Su mensaje central de que todo ser humano debe rendirse al señorío de Jesucristo mediante fe y arrepentimiento y la certidumbre de que Él volverá para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen a su evangelio, suena demasiado agresivo a la sociedad actual acomodada en sus acríticas tradiciones y rituales. El ataque al Nuevo Testamento seguramente seguirá implacable, pero como dijo Juan Calvino: “el Evangelio es un yunque que ya ha roto muchos martillos”.


Janio Aparecido Ciritelli, pastor de la iglesia en Barcelona

* Las opiniones de los autores son a título personal y no representan necesariamente la posición de la Iglesia Evangélica Presbiteriana de España.